
El desafío de las islas de calor urbanas
20 dic 2024
Las olas de calor representan un fenómeno cada vez más habitual, con impactos profundos en la salud pública, un incremento de la mortalidad, mayor incidencia de incendios, aumento de la evapotranspiración y la exacerbación de las islas de calor urbanas (ICU). Estas olas evidencian desigualdades socioeconómicas, generando condiciones de fragilidad e inequidad climática. Según el IPCC, la frecuencia e intensidad de las olas de calor han aumentado a nivel mundial desde mediados del siglo XX, una tendencia atribuida al cambio climático antropogénico. Además, de acuerdo con el UNDRR, el 91% de las muertes relacionadas con desastres climáticos en los últimos 50 años han sido producto de estas olas de calor.
La morfología urbana intensifica el efecto de las olas de calor, generando anomalías térmicas conocidas como islas de calor urbanas. Este fenómeno no es lineal, sino dinámico, variando en tiempo y espacio. Las ICU aumentan la demanda energética para refrigeración, agravan las vulnerabilidades sociales y generan impactos económicos significativos. Por ejemplo, el Banco Mundial estima que las ICU provocan una pérdida de productividad del 20% en industrias intensivas en mano de obra.
En Chile, enfrentamos un gran desafío: la falta de instrumentos para monitorear y analizar las islas de calor con alta resolución y frecuencia. En este contexto, el Centro de Innovación y Diseño Avanzado está desarrollando una estrategia tecnológica basada en Internet de las Cosas (IoT), tecnología satelital e inteligencia artificial (IA). Estas herramientas permitirán monitorear las ICU en tiempo real y ofrecer soluciones innovadoras para mitigarlas.
Evidencia local y planificación urbana
La planificación urbana enfrenta barreras significativas, particularmente en la gestión de la propiedad privada. Por ejemplo, tanto el Hipódromo Chile como el Club Hípico generan islas de calor de alta intensidad, con temperaturas superficiales de hasta 10-15 °C por encima de la temperatura ambiental. En contraste, zonas como la Población Juan Antonio Ríos, en la comuna de Independencia, muestran un comportamiento térmico más eficiente, con menores anomalías térmicas.
En las comunas periféricas, como Quilicura y Maipú, los humedales y el pie de monte enfrentan desafíos críticos. En Maipú, la falta de gestión de la carga combustible incrementa el riesgo de incendios. En ambas comunas, pese a una temperatura ambiental de 29,6 °C registrada el 14 de diciembre de 2024, las temperaturas superficiales alcanzaron hasta 60 °C, según datos satelitales.
Las zonas industriales presentan otro desafío significativo. Amplias áreas de estacionamientos y cubiertas con materiales de alta absorción térmica pueden alcanzar temperaturas superficiales de hasta 90 °C en verano, exacerbando el efecto de las ICU y evidenciando la necesidad de regulaciones específicas.
Acciones urgentes
Es imperativo complementar nuestras capacidades humanas con tecnologías avanzadas para monitorear, planificar y regular las islas de calor. Esto incluye:
- Incorporar variables medioambientales en la planificación urbana: Normativas que consideren el impacto térmico de las estructuras y promuevan soluciones sostenibles.
- Promover infraestructura verde y azul: Incrementar áreas verdes, proteger y ampliar humedales para mitigar el efecto de las ICU.
- Adoptar soluciones tecnológicas: Uso de sensores, datos satelitales y algoritmos de IA para generar evidencia que sustente políticas públicas.
- Complementar la cultura de la fiscalización con tecnologías que se orienten a la construcción de tendencias para apoyar el diseño de soluciones.
En ese sentido el concepto de “acupuntura territorial” se vuelve esencial para abordar el calor extremo con intervenciones específicas que prioricen la equidad climática. Esto incluye implementar techos verdes, pavimentos reflectantes y medidas para proteger a las poblaciones más vulnerables.
Sin medición no hay acción. Es fundamental rediseñar nuestros territorios basados en evidencia científica para enfrentar los dramáticos cambios climáticos que ya vivimos. Esto no solo permitirá mitigar el impacto del calor extremo, sino también mejorar la salud pública, aumentar la productividad laboral y restaurar los ciclos ecológicos. La urgencia es clara: necesitamos avanzar hacia un modelo de planificación urbana resiliente, que combine tecnología, sostenibilidad y justicia social.