Cuestionar la Ciudad

La ciudad, en tanto invención, quiso albergar la vida humana, ante todo. En teoría, resuelve una serie de variables que tienen sentido sólo desde la perspectiva colectiva, es decir, solos hallados en la naturaleza nos vemos desprotegidos ante el dominio de ‘lo salvaje’.

El dominio de la ciudad optimiza nuestra presencia en la tierra, nos brinda acceso a servicios, a soluciones que en ‘el descampado’ no contamos. Ante el éxito, su réplica, escaló cuál negocio de unicornio esparciendo su legitimidad globalmente, y hoy, ya sabemos se proyecta que el 75% de la población global vivirá en ellas para el 2050.
Casi directamente proporcional que el crecimiento exponencial de nuestra población, nos vemos hoy obligados a repensar su exitoso formato. Obligados, porque fundamentalmente pensamos estática, lineal y simplificadamente posterior al confort que éstas nos generaron, creando condiciones que hoy ante una crisis climática no sabemos cómo abordar del todo.

Primero, el problema parece ingobernable, es decir, tan complejo que nos dedicamos a observar su complejidad más que a simplificar su trayectoria en cuestiones que nos organicen como sociedad. Segundo, existe una inequidad estructural a nivel global tan evidente, que las sociedades, territorios y localidades con menos recursos no pueden enfrentar la ola que se acerca. Tercero, tendemos a pensar que el problema es sólo un tema técnico, cuando es también filosófico y eventualmente espiritual, esto, ya que cuestiona nuestro modo de vida de la manera más profunda posible y cuestiona muchos paradigmas instalados, incluido el del crecimiento infinito, el rol de la propiedad privada o la extensión de las ciudades.

Cuestionar la ciudad, responde a volver a planificarla desde lo multidimensional y no desde el relato del ciclo político, esto es, hoy seguridad, mañana género, pasado electromovilidad, etc. Evidentemente esto, al ser complejo, requiere evidencias, requiere tecnología y propósito. Este relato último entonces, es clave para que nos atrevamos a idear soluciones innovadoras, entre ellas por ejemplo, en zonas de concentración de calor o islas de calor que cuenten con canales de regadío bajo tierra, puedan transformarse en micro-humedales urbanos o incluso creando piscinas en plazas que incorporen microalgas acelerando la captura de co2, o también, crear zonas de sombreadores automatizados, incluir normas de colorimetría (ciencia de los colores) pintando cubiertas y/o pavimentos en tonos cercanos al blanco, reducir el tamaño de las ciudades, etc.

En definitiva, hay que repensar el rol de la ciudad desde lo que ésta ofrece al servicio de los ciclos ecológicos más que lo que se aleja de ellos, de lo contrario el calor extremo y el cambio climático las hará invivibles a seres humanos.